miércoles, 26 de octubre de 2016

C.A.T SAN JUAN BAUTISTA



TUTORÍA VIRTUAL
ASIGNATURA: EDUCACIÓN ESTÉTICA 
CURSO: DÉCIMO AÑO  DE EGBS
FECHA: 30-10-2016
APRENDA COMO REALIZAR UN  HEXÁGONO





martes, 25 de octubre de 2016

C.A.T. WILLIAM MOREIRA LÓPEZ Y C.A.T SAN JUAN BAUTISTA


TUTORÍA VIRTUAL

ASIGNATURA: LENGUA Y LITERATURA
CURSO: OCTAVO DE EGBS
FECHA: Tarea del 29 y 30 de octubre del 2016
ACTIVIDAD: Escuche las canción Rayando el sol  y realice las actividades  de la página 139 del texto.



lunes, 24 de octubre de 2016

C.A.T. WILLIAM MOREIRA Y C.A.T SAN JUAN BAUTISTA



TUTORÍA VIRTUAL

ASIGNATURA: FORMACIÓN HUMANA

CURSO: TERCER  AÑO DE BACHILLERATO -C.A.T WML
FECHA: Tarea para el sábado 29 -10-2016


CURSO: DÉCIMO AÑO DE EGBS- C.A.T SJB
FECHA: Tarea para el domingo 30-10-2016

ACTIVIDAD: Lea  el texto y resuma su contenido


Jesús y la política de su tiempo

Para comprender el momento histórico-político en el que actúa Jesús es preciso remontarse al siglo II a. C., cuando estalla la rebelión de los Macabeos. Esto nos permitirá comprender mejor los dos grandes fenómenos del tiempo de Jesús: las luchas de partidos y las rebeliones contra Roma. Judá, que había perdido su independencia política el año 586, no volvió a recobrarla por mucho tiempo: del dominio babilonio se pasó al persa, luego al griego (Tolomeos y Seléucidas). El pueblo llegó a acostumbrarse a estar dominado, y no sabemos que se rebelase contra estos imperios. Pero la situación cambió casi a mediados del siglo II a. C., cuando las medidas de Antíoco IV Epifanes resultaron insoportables. No nos detendremos ahora en ellas (despojo de los tesoros, saqueo de Jerusalén, matanzas, prohibición de la religión oficial, erección de santuarios paganos, introducción en el templo del culto a Zeus Olímpico). Lo importante es que el pueblo se divide en tres grandes grupos: a) El primero está formado por los partidarios de la cultura helenística, que ven con buenos ojos las reformas del rey. Pertenecen generalmente a la clase alta y a la aristocracia sacerdotal. b) El segundo está formado por los enemigos de la helenización, defensores acérrimos de las tradiciones patrias y de la observancia de la ley. Es el grupo de los «piadosos» (jasidim), al que se unen los Macabeos. Representan el elemento popular. c) En tercer lugar encontramos a la mayoría del pueblo, que no observa una postura homogénea. A veces se somete por miedo a los dominadores y a la clase alta; pero sus preferencias se orientan sin duda hacia los revolucionarios. El segundo grupo, que será el de más influjo en el futuro, no es tan homogéneo como podría parecer. Al principio los une a todos la defensa de la libertad religiosa y la esperanza de un pronto cambio de la situación. Pero incluso en este punto se dan diferencias entre ellos. Mientras un sector defiende la postura militarista, revolucionaria, según la cual el Reino de Dios hay que comenzar a implantarlo por las armas (Macabeos), otros piensan que la solución no está en la fuerza armada, sino en una intervención maravillosa de Dios, que acabará rápidamente con todos los imperios opresores, instaurando su reino sin intervención humana (libro de Daniel). En la hora presente no se trata de luchar, sino de sufrir y aguantar con esperanza. La línea que se impone es la militarista, que atrae a la mayoría de los miembros. Pero esto no dará al grupo una cohesión muy duradera. Y el motivo de la discordia será el siguiente: ¿Cuáles son los fines de la revolución? Para muchos, la libertad religiosa. Y ésta se consigue relativamente pronto, en tiempos de Judas Macabeo. Pero los Macabeos han saboreado el placer de dominar, y no están dispuestos a contentarse sólo con la libertad religiosa. En un segundo paso, sitúan como meta de la revolución la independencia política. Más tarde, la expansión territorial. Con ello caen en el ansia de poder y de riqueza, y practican la misma conducta imperialista de sus dominadores: obligan a los pueblos sometidos a circuncidarse o emigrar.
Todo esto provoca la escisión del movimiento: los fariseos se oponen a los Asmoneos (sucesores de los Macabeos), mientras los saduceos (nobleza y militar sacerdotal) los apoyan. Pero lo más grave no es la simple división, sino la casi guerra civil que va a dominar Judá durante muchos años. Muy significativo a este respecto es el reinado de Alejandro Janneo (103-76 a.C.), que debe enfrentarse con diversas revueltas populares fomentadas por los fariseos. Como consecuencia de ellas, en un primer momento mueren 6.000 judíos (BJ I, 88-89), a los que siguieron otros 50.000 en seis años (BJ I, 91), para terminar con el mayor acto de crueldad: después de conquistar la ciudad de Bemeselis, a los superviviente los llevó prisioneros a Jerusalén y crucificó a 800 de ellos, «mientras miraba el espectáculo bebiendo y recostado entre sus concubinas» (BJ I, 96 s.). Como consecuencia de esto, 8.000 rebeldes (fariseos) huyeron la noche siguiente de Judea (BJ I, 98). El año 76, cuando sube al trono Alejandra, cambia radicalmente la situación. Esta mujer, piadosa en extremo, se deja dirigir por los fariseos y permite que éstos se venguen cruelmente de sus anteriores perseguidores, los saduceos, «matando a quien querían» (BJ I, 113). Esta situación insostenible, que se prolongará con las luchas por el poder entre Hircano y Artistóbulo II, terminará provocando la intervención de Roma, a petición de los contendientes. Antes de seguir adelante, una cosa es obvia. Se ha confirmado la famosa frase de Büchner en La muerte de Danton: «La revolución es como Saturno, que devora a sus propios hijos». Antíoco IV Epifanes no causó probablemente tantas muertes como las que provocaron las disensiones dentro del movimiento revolucionario, que trajeron, además, un nuevo dominador, Roma.
La época de sometimiento a Roma 
Los cien años que transcurren desde la conquista de Judea por Pompeyo hasta la muerte de Jesús se verán marcados por esta doble problemática: las disensiones internas y las rebeliones contra Roma. En muchos casos se condicionan mutuamente. No voy a trazar la historia de este período, demasiado complicada e imposible de resumir en pocas líneas. Sólo deseo subrayar el clima de tensión política en el que se va a desarrollar la infancia y la vida pública de Jesús.
Las tensiones en Galilea durante el reinado de Herodes 
Para comprenderlo, conviene prestar especial atención a Galilea, lugar donde creció, y donde el ambiente revolucionario se palpaba con especial fuerza. Ya Herodes (37-4 a.C.) había realizado una dura campaña contra esta zona, atacando Séforis y Arbela, donde se refugiaban los rebeldes (BJ I, 303-16). Esto no impidió que poco más tarde sus enemigos galileos ahogasen en el lago de Genesaret a sus partidarios más notables (I, 326). Pero, si atendemos al testimonio de Flavio Josefo, la rebelión de Galilea no traía sólo malas consecuencias para Herodes, sino también para los habitantes de aquella región, a los que los rebeldes infligían «daños no menores que una guerra» (I 304). Es posible que Flavio Josefo, enemigo declarado de los rebeldes, exagere en este punto. Pero el dato puede ser cierto, como lo demuestran otros muchos casos de la historia reciente. Estos datos, aunque anteriores al nacimiento de Jesús, sirven para comprender que éste crecerá en un ambiente tremendamente tenso y politizado. Además, su juventud no es más tranquila en este sentido. Precisamente la muerte de Herodes (4 a.C.) y la subida al trono de Arquelao provocarán nuevos disturbios en todo el territorio. En un primer momento, la gente se limita a hacer peticiones al nuevo rey: disminución de las tasas, abolición de los impuestos, liberación de los prisioneros, castigo de los favoritos de Herodes (BJ II 4-7).
Revuelta con motivo de la subida al trono de Arquelao (4 a. C.) 
Muy pronto, mientras Arquelao se encuentra en Roma, de las peticiones se pasa a las armas. El día de Pentecostés se produce una revuelta en Jerusalén (II 39-54), que debió de causar muchos
JESÚS
Y LA POLÍTICA DE SU TIEMPO
muertos, aunque no conocemos el número. Al mismo tiempo, en diversas regiones surgen jefes de guerrillas que pretenden la dignidad regia, mesiánica, e intentan liberar al pueblo del yugo romano: Simón en Perea, Athronges en Judea y Judas en Galilea. La acción de este último resulta especialmente curiosa, porque asalta un arsenal real en Séforis para armar a sus partidarios. Las represalias no tardaron. En Jerusalén fueron crucificados 2.000 judíos; Séforis fue incendiada y sus habitantes esclavizados. Si tenemos en cuenta que Séforis se hallaba a 5 kms. de Nazaret, comprendemos que el recuerdo debía conservarse vivo durante la infancia de Jesús, que ya había nacido por aquellas fechas.
Revueltas en Galilea durante el mandato de Coponio (6-9 d. C.) 
Además, Galilea seguía siendo un foco revolucionario. Durante el mandato del procurador Coponio ( años 6-9 d. C.), cuando Jesús tenía unos doce años, Judas Galileo promovió una rebelión contra Roma con motivo del censo, pidiendo y obligando a sus paisanos a que pagasen tributo al César, ya que no era posible a un judío reconocer a otro Señor más que a Dios.
Actitud provocadora de Pilato (26-36 d. C.) 
Último dato para comprender la tensión política en tiempos de Jesús es la actitud de Pilato, procurador desde el año 26 al 36, hombre cruel, que parecía disfrutar irritando a los judíos. (Lc 13, 1) cuenta un hecho significativo, que no aparece en Josefo sobre Pilato (cf. BJ II 169-177). Según éste, Pilato comienza su actuación provocando a los Judíos: hizo traer a Jerusalén las enseñas de las tropas con las águilas romanas y la imagen del emperador. Ante la oposición de los judíos, tuvo que ceder. Más tarde surge el problema de las conducciones de agua; disuelve una manifestación mezclando entre la multitud a soldados armados con garrotes. Agripa lo describe como «inflexible de carácter, arbitrario y despiadado»; lo acusa de «venalidad, desafueros, robos, ultrajes y amenazas, de acumular las ejecuciones sin previo juicio, de crueldad salvaje e incesante» (cf. Filón, Leg 30-43 = & 299-305). Era amigo de Sejano, aunque consiguió mantenerse en el cargo después de la caída de éste. Depuesto el 36 por Vitelio y enviado a Roma, parece que se suicidó.
Posturas políticas en tiempos de Jesús 
De todo lo anterior, una cosa resulta evidente. Un personaje con actuación pública, como Jesús, no podía dejar de manifestar su actitud política. Decir que «Jesús no se metió en política» es de un simplismo tremendo y supone un desconocimiento total de su época. Quisiera o no, hubo circunstancias en las que debía manifestar su postura. Para comprenderlo mejor es necesario tener en cuenta las posturas de los diversos partidos y grupos de la época. a) Colaboracionismo: defiende la ocupación romana y se aprovechan de ella: saduceos, recaudadores de los impuestos. b) Evasión: postura representada por los esenios, que se retiran sobre todo a los alrededores del Mar Muerto, esperando allí, en el desierto, la venida del Reino de Dios. Sin embargo, esta imagen tan pacífica que ofrece de ellos Flavio Josefo quizá no concuerde con la realidad. Algunos intervinieron en revueltas posteriores (años 66-70). c) Resignación pasiva: pero que alienta ansias de independencia: los campesinos pobres. d) Aceptación crítica: Sería la postura de los fariseos, que no se vinculan a los romanos; más bien adoptan una postura crítica, pero sin provocar el enfrentamiento. Su punto de vista es religioso. La política en cuanto tal les resulta indiferente. Pero, cuando están en juego los valores religiosos, reaccionan con energía. Niegan el juramento al César (Ant XVII 41-45). Mandan tirar el águila de oro colocada por Herodes (esto provoca la muerte de dos fariseos y cuarenta jóvenes). Dentro de ellos hay una tendencia pacifista y otra más activista.
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JOSÉ LUIS SICRE
e) La rebelión armada, representada fundamentalmente por dos grupos: los sicarios y los zelotas. En tiempos de Jesús sólo existen los primeros. Los zelotas entre los años 66-70. De los sicarios es interesante recordar qué hacen en Galilea, capitaneados por Judas, al que sucederán sus dos hijos y ¿su nieto? Menaje. Este grupo tiene una ideología y un programa característicos: Sólo Dios es el único Señor. No se puede llamar «señor» al César, ni reconocerlo como tal pagando tributo. Esto supondría un pecado de idolatría. Ya que no se puede aceptar señores terrenos, el pueblo de Dios debe vivir necesariamente en una situación de independencia y de libertad. Esta libertad hay que conseguirla mediante la acción revolucionaria (una especie de «guerra santa») dirigida sobre todo contra los judíos que no están dispuestos a aceptar esta orientación del partido y se someten a los romanos. Para ello utilizan la «sica» (una espada pequeña) de donde les viene el nombre de sicarios. Llevan a cabo asaltos y secuestros. Su programa de justicia social es muy marcado y tiende a la supresión de la usura, eliminación del latifundismo y emancipación de los esclavos. Este grupo ejerció según Josefo, gran influjo entre los jóvenes y los campesinos pobres. Josefo los designa habitualmente como «lestai» (ladrones), y los acusa de crueldad, injusticias, etc., cargando sobre ellos la catástrofe que sobrevino a Judá y Jerusalén en los años 70. Su visión es muy negativa. No eran bandoleros, sino «guerrilleros» o «partisanos», con un profundo espíritu de independencia.
Posturas que Jesús no comparte 
¿Cuál de estas preguntas adoptó Jesús? ¿O adoptó una postura nueva, distinta de las anteriores?
Ni evasión ni colaboracionismo 
Para muchos cristianos, Jesús habría prescindido de la política, practicando una especie de «evasión» semejante a la de los esenios. Pero esta actitud, posible en el desierto, era imposible en el contacto diario con el pueblo. De grado o por fuerza, debía decantarse en algún sentido. Por consiguiente, podemos eliminar tranquilamente esta teoría de la evasión. También es claro que Jesús no fue un colaboracionista, ni utilizó una actitud de oportunismo crítico. La prueba más clara es que lo mataron los romanos.
Jesús y los sicarios 
¿Fue entonces un sicario o, al menos, simpatizaba con este movimiento armado revolucionario? La pregunta no se formula generalmente en estos términos, sino ¿fue Jesús un zelota? Pero ya hemos visto que el partido zelota no existía en tiempos de Jesús. La única opción posible es : ¿fue Jesús un sicario? El simple hecho de que no llevase la sica bastaría para negarlo. Pero siempre queda la duda de que fuese, al menos, simpatizante de este grupo. Antes de entrar en los argumentos a favor o en contra conviene recordar brevemente la historia de la investigación. Ya Reimarus calificó a Jesús de «agitador político» en el siglo XVIII (Los objetivos de Jesús y de sus discípulos). Lo mismo piensa K. Kautsky en su obra Los orígenes del cristianismo (1908). Más tarde, en 1930, publica Robert Eisler su obra Jesús, rey sin reino, donde afirma que Jesús originó en Jerusalén una revuelta, siendo apresado y ejecutado por los romanos. En 1967 aparece la obra de S.G.F. Brandon, Jesús y los zelotas, donde lo presenta como un revolucionario político-social, crucificado como sedicioso. En los evangelios hay textos que acercan a Jesús y a los sicarios y textos que los distancian.
JESÚS
Y LA POLÍTICA DE SU TIEMPO
Puntos de contacto
La condena de muerte en la cruz, decidida por los romanos. Son ellos quienes tienen la responsabilidad jurídica, aunque la responsabilidad moral recaiga sobre los judíos. Y la condena es, sin duda, como sedicioso; así lo demuestra el título de la cruz, relativo a sus pretensiones mesiánicas: «Rey de los judíos».  La predicación del Reino, aunque esto no era exclusivo de los sicarios.  Actitud crítica con respecto a Herodes (Lc 13,32) y el desprecio con que habla de los soberanos terrenos (Lc 22, 25).  La atracción que ejerce sobre los sicarios, como lo demuestra el que uno de los discípulos viniese de ellos (Simón Cananeo) y probablemente Judas Iscariote (el «sicario»), Pedro Barjona («el terrorista», usa la espada), los hijos del Zebedeo (Mc 10, 35; Lc 9, 54). Esta atracción se muestra también en que los galileos desean proclamarlo rey (Jn 6, 15).  Jesús, que critica a herodianos, saduceos, sacerdotes, fariseos, escribas, etc., nunca ataca a los sicarios directamente.  Una frase de Jesús sobre la espada (Lc 22, 36).  La purificación del templo y la entrada de Jerusalén.
Diferencias
La predicación de la no-violencia (Mt 5, 39 ss.). El precepto de amar a los enemigos.  Su universalismo (contra el nacionalismo sicario). Defiende a los samaritanos y paganos, trata con el centurión de Cafarnaúm.  Orden de no usar la espada (Mt 26, 52), criticando la aparente utilidad de la violencia.  Admite a un recaudador de impuestos (colaboracionista) en su grupo y los defiende públicamente.  Considera la violencia sicaria como la gran tentación (Mt 4, 10; 11, 12; Mc 8, 27 ss; Lc 22, 49; Jn 10, 8-18). Lo difícil es conjugar estas dos series de textos. Generalmente se elimina una de ellas, y entonces se convierte a Jesús en un defensor del orden establecido o en un revolucionario. La idea de fondo en ambos casos es que la actitud de Jesús debió de ser muy simple, unilateral, sin tener en cuenta que pudo ser compleja.
Conclusiones
Jesús no fue un sicario, ni por su ideología nacionalista ni por sus métodos violentos, ni por sus objetivos. Algunos, en línea más moderada, piensan que mostró especial interés por el programa de este grupo, y que lo vivenció como su gran atracción, aunque consiguiese superarla. Pero ni siquiera para esto tenemos datos.  Jesús actuó de una forma que se prestaba a malentendidos. Corrió el riesgo de que lo juzgasen un revolucionario político, de que su pretensión mesiánica la interpretasen nacionalistamente (entrada en Jerusalén; intento de nombrarlo rey, condena de muerte).
Jesús y los otros cabecillas revolucionarios 
Flavio Josefo nos informa sobre los siguientes grupos rebeldes y jefes de bandas:  En Idumea, dos mil se pusieron de acuerdo y asaltaron a los soldados de Arquelao; no se dice si tenían un jefe.  En Séforis, un tal Judas reunió un pequeño ejército, se apoderó del arsenal real, armó a los suyos y se dedicó a asaltar a quienes le disputaban el poder. La rebelión terminó
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trágicamente. Meses más tarde, los romanos conquistaron Séforis, la incendiaron y convirtieron en esclavos a sus habitantes.  En Perea, un esclavo del rey, Simón, formó un grupo, se ciñó la diadema e incendió el palacio de Jericó y otras mansiones suntuosas. Al poco tiempo lo mataron los romanos.  Un pastor, Atronges, quiso ser rey y también se ciñó la diadema. Basaba sus pretensiones en tres cosas muy curiosas: en que era muy fuerte, en que no le tenía miedo a la muerte, y en que tenía cuatro hermanos tan brutos como él, cada uno al frente de una banda. Este grupo parece que fue el más peligroso. Su ilusión era matar romanos y partidarios del rey, pero tampoco los judíos se libraban. Su hazaña más famosa ocurrió en Emáus. Había allí un destacamento romano que llevaba grano y armas para la legión. Lo cercaron, mataron al centurión y a cuarenta soldados y se llevaron el botín. A este grupo de Atronges no consiguieron eliminarlo por completo. Arquelao, al volver a Roma, terminó pactando con los que quedaron vivos. Esta gente va siempre matando, robando, apoderándose de armas. No hay parecido con la postura de Jesús.
La postura de Jesús 
Con esto llegamos a la conclusión de que Jesús no practicó una postura de evasión, ni de colaboracionismo, ni de resignación pasiva, ni de rebelión armada. ¿Cuál fue entonces su postura?
Dos presupuestos fundamentales 
Para comprenderla, debemos partir de dos presupuestos fundamentales. Primero: la opresión política se enmarca en el contexto general de la opresión, que abarca niveles muy distintos: económico, político, social, religioso, personal. Es decir, hay cosas que oprimen a la persona desde fuera y cosas que la oprimen desde dentro (enfermedad, pecado). Leyendo los evangelios, tenemos la impresión de que Jesús lucha sobre todo contra la opresión religiosa (legalismo farisaico), contra la opresión social en sentido amplio (que distingue entre «buenos» y «malos» condenando a estos últimos). La opresión política parece no preocuparle de forma especial, aunque en diversas ocasiones deba huir y aunque sean los políticos —en sentido amplio — quienes lo condenen a muerte. Esta conciencia de que «lo político» no es lo absoluto ni lo más grave hace que Jesús se sitúe por encima de las luchas y rivalidades de partido, acogiendo a personas tan distintas como recaudadores y sicarios, y tratando, si es preciso, con los romanos. Segundo presupuesto: Jesús no confía en el poder que es una tentación satánica, ni tampoco confía en quienes ostentan el poder, porque oprimen a sus súbditos y se hacen llamar bienhechores. Para Jesús sólo hay una fuerza capaz de cambiar el mundo: el amor, que se manifiesta en el servicio, no en el dominio, y que lleva a morir, no a matar. Al renunciar al poder y condenarlo, Jesús renuncia a entrar en el juego político, que es una lucha por el poder, confiando en su capacidad de cambiar el mundo. Por eso Jesús no se vincula a los partidarios del orden establecido ni a los que quieren derrocarlo por sistema. Sólo llevaría a instaurar un nuevo tipo de poder, tan funesto a la larga como el anterior; el reciente caso de los Macabeos demostraría que llevaba razón. Esta condena del poder representaba una provocación para quienes lo ostentaban. Por eso Jesús se ganó tantos enemigos entre la clase dirigente y lo mataron. Al mismo tiempo, provoca el rechazo y la desilusión entre los grupos extremistas y violentos (¿Judas?) e incluso entre los discípulos más politizados (caso de los Emaús).
El problema de fondo: ¿qué pretendía Jesús?
JESÚS
Y LA POLÍTICA DE SU TIEMPO
Todo lo anterior demuestra que, aunque Jesús no hiciese política en sentido estricto, mantuvo una postura tremendamente política y comprometida, que representaba una condena de las opciones vigentes en su tiempo. Pero Jesús no se limita a destruir y rechazar: ofrece algo nuevo. Esa novedad sólo podemos entenderla comparando su mensaje con el de la apocalíptica. Para esta corriente, el mundo presente es esencialmente malo; no cabe esperar nada de él; la única esperanza se deposita en el mundo bueno futuro. Para Jesús, en cambio, aunque este mundo está viciado, es el lugar en el que se instaura el Reinado de Dios. Ese reinado que comienza en la comunidad cristiana, es una alternativa a las estructuras de este mundo, que sirve de fermento, como la levadura en la masa.
Apéndice
Hace bastante años, la revista Razón y Fe me pidió un artículo sobre el libro de Job. Contesté imaginando «Una entrevista con su autor» (ver nº 1.042, junio 1985). Desde entonces, he utilizado cada vez más el recurso de la ficción para presentar de manera asequible los resultados de la exégesis bíblica. Así han nacido los tres volúmenes de El Cuadrante (La búsqueda, La apuesta y El encuentro), que representan una introducción a los evangelios y al mundo de Jesús. El tema de la época de Jesús lo traté en el segundo volumen (La apuesta, 75-95), de donde entresaco las páginas relacionadas con Jesús y los revolucionarios. El protagonista de la historia, Andrónico, se reúne con su mujer (Lucila), su padre (Teófilo) y su hermana adoptiva (Livia) para comentar la Guerra de los Judíos de Flavio Josefo y su relación con los evangelios. En la reunión anterior, Teófilo ha imaginado cómo volvió José a Nazaret después de la revuelta ocurrida el día de Pascua en Jerusalén. «— Aunque aquí no lo dice —comencé la siguiente reunión—, podemos pensar que José se curó bien de sus heridas y María fue feliz. Lucila sonrió agradecida. — Pero la felicidad le duró menos de dos meses. En la fiesta siguiente, la de Pentecostés, volvió a haber problemas. Sin embargo, hoy no vamos a hablar de eso, sino de los cabecillas rebeldes que surgieron por todas partes en ese momento. Así podremos compararlos con Jesús, para ver si se parecen o no. — Hay dudas que ofenden, Andrónico. ¿Cómo vas a comparar a Jesús con unos rebeldes? — No empieces, Lucila. Este tema es más importante de lo que te crees. Voy a dar la lista de los rebeldes, porque es muy fácil. En el libro se cuenta con mucho orden. Van a salir distintas regiones, pero no me preguntés dónde están, porque no lo sé. Hice una breve pausa y comencé mi enumeración. — En Idumea, dos mil se pusieron de acuerdo y asaltaron a los soldados de Arquelao; no se dice si tenían un jefe. En Galilea, en la famosa Séforis, la de la nevada, una tal Judas reunió un pequeño ejército, se apoderó del arsenal real, armó a los suyos y se dedicó a asaltar a quienes le disputaban el poder. Espero, para tranquilidad de Lucila, que José no se contase entre ellos. La rebelión terminó trágicamente. Meses más tarde, los romanos conquistaron Séforis, la incendiaron y convirtieron en esclavos a sus habitantes. ¿Te queda un poco de limonada? A mí también se me seca la boca. — Lo siento se ha acabado. — Seguro que para mi padre habría. Continúo. En Perea, un esclavo del rey, Simón que era muy guapo, formó un grupo, se ciñó la diadema e incendió el palacio de Jericó y otras mansiones suntuosas. Por lo visto, lo que más le gustaba era incendiar, debía ser un pirómano. Al poco tiempo se lo cargaron los romanos. Y hubo un pastor, Atronges, que quiso ser rey y también se ciñó la diadema. Basaba sus pretensiones en tres cosas muy curiosas: en que era muy fuerte, en que no le tenía miedo a la muerte, y en que tenía cuatro hermanos tan brutos como él, cada uno al frente de una banda. Les cuento en broma, pero este grupo parece que fue el más peligroso. Su ilusión era matar romanos y partidarios del rey, pero tampoco los judíos se libraban. Su hazaña más famosa ocurrió en Emaús, un lugar desconocido. Mi padre cayó en la trampa.
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JOSÉ LUIS SICRE
— Emaús deberías conocerla. La cita Lucas en su evangelio. Es a donde se dirigían los discípulos a los que se les apareció Jesús. — Exactamente. Y se encuentra a sesenta estadios de Jerusalén. Eso no lo dice aquí, pero lo dice Lucas. ¡Has picado, padre! Me sé su evangelio de memoria. (Era mentira. Lo había consultado esa misma tarde). — Deja de tonterías -nos cortó Livia-. ¿Qué pasó en Emaús? — Había allí un destacamento romano que llevaba grano y armas para la legión. Lo cercaron, mataron al centurión y a cuarenta soldados y se llevaron el botín. A este grupo de Atronges no consiguieron eliminarlo por completo. Arquelao, al volver de Roma, terminó pactando con los que quedaron vivos. Di por terminada la exposición y me quedé mirándolos. — ¿Qué semejanzas y diferencias encontrarás entre Jesús y estos personajes? — Yo no veo que se parezcan en nada -saltó Lucila-. Toda esa gente va siempre matando, robando, apoderándose de armas. ¿Dónde has visto eso en los evangelios? — Lucas cuenta que los discípulos tenían dos espadas. (El comentario no fue mío, te lo aseguro. Fue de mi padre, que también disfruta tirándole de la lengua a Lucila). — ¿Dónde cuenta eso? — Casi al final del evangelio, cuando terminaron de celebrar la cena de despedida. — ¿Y qué son dos espadas? ¡Cómo para rebelarse contra los romanos con dos espadas! Parecen tontos. Serían dos machetes, que siempre vienen bien cuando se va por el campo. Livia habló tan irritada como Lucila. — Ustedes, los hombres siempre están viendo rebeliones por todas partes. Pues en el grupo de Jesús iban mujeres. ¿No dice eso también Lucas? Me lo han leído montones de veces, Teófilo. Y cuando uno quiere organizar una rebelión no se hace acompañar por mujeres. Depende de las mujeres, pensé, pero me guardé mucho de decirlo en voz alta. — Y otra cosa -añadió Lucila-. Éso que ha citado Andrónico, en cuanto podían se ceñían la diadema. ¿Cuándo se ciñó Jesús una diadema? — Mi padre y yo no pudimos contener la risa. — No se puede discutir con ustedes, enseguida se apasionan. — Es que no hay derecho. Leen cuatro historias, y se enteran de que los galileos son muy rebeldes, y ya está: Jesús fue un revolucionario. Solo falta decir que hicieron muy bien en matarlo. — Eso es lo que dicen los judíos. — Porque los fariseos los están engañando. Y no hablen mal de los judíos, que no me gusta. — Es que no tiene sentido -insistió Lucila-. ¿Cómo van a comparar con esos cabecillas a una persona que no hace más que el bien, que se dedica a curar enfermos, que bendice a los niños? — Y que entró en Jerusalén montado en mula, mientras todos lo aclamaban como rey de Israel. — ¿Y él qué culpa tenía de lo que grita la gente? — Podía haberlo impedido, igual que mandó callar a Pedro cuando dijo algo que no le gustó. — No es lo mismo. Yo puedo callarte a ti, pero no puedo callar a media Tróade. — Pues que hubiese entrado a pie, en vez de hacerlo en una mula. — La voz de Livia sonó de repente serena, en contraste con la excitada de Lucila. — Jesús no podía entrar a pie, tenía que entrar en mula. Nos extrañó la seguridad con que lo dijo. — ¿Por qué? — Para que se cumpla una profecía de Zacarías. Eso me lo explicó mi padre cuando yo era pequeña. Los judíos esperaban que el rey salvador entrase a Jerusalén cabalgando en una mula. Jesús tenía que cumplir esa profecía. — De todos modos -objeté-, eso confirma mi teoría. Jesús lleva a cabo un acto político. Se presenta ante el pueblo como rey de Israel. — Mi padre comenzó a dejarme solo. — En este caso, lo importante no es lo que piensa el pueblo o los romanos, sino lo que piensa Jesús. La gente podía verlo como una acción meramente política, un acto revolucionario, y Jesús podía darle un sentido muy distinto.
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Y LA POLÍTICA DE SU TIEMPO
— Pero no lo dijo claramente. — Tampoco era el momento de aclarar muchas cosas. Pero nosotros lo tenemos claro. — Si estuviese tan claro no estaríamos discutiendo. — Aquí el único que discutes eres tú -me atajó Lucila-. Pero lo que han dicho Livia y tu padre, yo ya tengo las ideas muy claras: que Jesús era el rey de Israel anunciado por los profetas, que tenía que demostrarlo, y por eso entró montado en una mula, pero que no era un rey como otro cualquiera. Y, desde luego, que no se parecía en nada a esos revolucionarios. — Pero lo mataron igual que a esos otros. — Los romanos no se andan con distinciones, ya lo sabes. Lo importante no es lo que piensa Pilato de Jesús, sino lo que piensas tú. ¿Para ti es un rebelde? — Jesús se rebelaba contra muchas cosas. — No te vayas por las ramas. Me refiero a si lo consideras un rebelde político contra Roma. — Eso, no. — Pues ya está todo claro. No quise insistir, es difícil luchar solo contra tres personas. Como iba siendo habitual, la charla continuaba con Lucila cuando nos acostábamos. Generalmente era ella quien empezaba, con un toque más personal que en las reuniones. — Hay veces que no entiendo, Andrónico. Esta noche parecías empeñado en demostrar que Jesús era un revolucionario. Y lo que me da más coraje es que no hay nadie menos revolucionario que tú. Aunque en Roma hubiera cuatro guerras civiles, seguirían leyendo tus libros tan tranquilo. Más rebeldes somos Livia y yo. Incluso tu padre. — Es cierto -reconocí humildemente-. — Si hubieran vivido en tiempos de Jesús, y él hubiera sido un rebelde, como tú dices, seguro que no lo habrías seguido. — Tú, seguro que sí. — A mí, por lo menos, su rebeldía no me habría echado atrás. Otras cosas, quizá. — ¿Qué cosas? — No sé. Prefiero no pensarlo. Me da miedo. Los dos caímos en la cuenta de estar tratando un tema demasiado serio. — ¿Tú crees que ahora es más fácil seguir a Jesús que antes? Más fácil que cuando él vivía, quiero decir. Lucila meditó su respuesta. — A veces pienso que sí, que nuestra vida es mucho más cómoda que la de los discípulos. Me refiero a nosotros, Andrónico. No estoy pensando en Flora, ni en Jacinta, ni en la mayoría de la gente de la comunidad. Pero nosotros vivimos demasiado bien. — Sin embargo, si fuese preciso, estaríamos dispuestos a dar la vida por el Señor. No sé lo dije para justificarme, tranquilizarme, o porque lo pensaba de veras. Lucila se estrechó contra mi pecho. — Espero que sí. Pero no hables de eso, Andrónico. Me da pánico. No volvimos hablar. «Aquella noche tardé mucho en dormirme».

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TUTORÍA VIRTUAL

ASIGNATURA: EDUCACIÓN ARTÍSTICA

CURSO: PRIMER  AÑO DE BACHILLERATO 
FECHA: Tarea para el sábado 29 -10-2016
ACTIVIDAD: Lea el texto para ampliar sus conocimientos y  realice  la tarea de la agenda                                                   TELESTUDIANTIL

Componentes Verbales del cómic

El texto, en el cómic se utiliza para:
  • Diálogos y mostrar los pensamientos de los personajes.

  • Introducir información de contesto o apoyo a la viñeta.

  • Evocar sonidos por medio de onomatopeyas.

EL BOCADILLO

    El bocadillo es el espacio donde se colocan los textos que piensa o dicen los personajes.
Constan de dos partes: la superior que se denomina globo y el rabillo o delta que señala al personaje que está pensando o hablando.
    La forma del globo va a dar al texto diferentes sentidos: 
 

1.- El contorno en forma de nubes significa palabras pensadas por el personaje. 
2.- El contorno delineado con tornas temblorosas, significa voz temblorosa y expresa debilidad, temor, frío, etc.
 
3.- El contorno en forma de dientes de serrucho, expresa un grito, irritación, estallido, etc.
 
4.- El contorno con líneas discontinuas indica que los 
personajes hablan en voz baja para expresar secretos, confidencias, etc. 
5.- Cuando el rabilo del bocadillo señala un lugar fuera del cuadro, indica que el personaje que habla no aparece en la viñeta.
6.- El bocadillo incluido en otro bocadillo indica las pausas que realiza el personaje en su conversación. 
7.- Una sucesión de globos que envuelven a los personajes expresa pelea, actos agresivos.
 
8.- El globo con varios rabillos indica que el texto es dicho 
por varios personales. 
 
LA CARTELA Y EL CARTUCHO
    LA CARTELERA es la voz del narrador. Este texto no se integra en la imagen, se ubica en la parte superior de la viñeta y su forma es rectangular.

El cartucho es un tipo de cartela que sirve de enlace entre dos viñetas consecutivas. 

En este caso el espacio de la viñeta está ocupado por el texto.

LA ONOMATOPEYA    Es la imitación de un sonido y puede estar fuera o dentro del globo.




jueves, 20 de octubre de 2016

C.A.T. WILLIAM MOREIRA LÒPEZ


TUTORÍA VIRTUAL

ASIGNATURA: EDUCACIÓN ARTÍSTICA

CURSO: PRIMER   AÑO DE BACHILLERATO 
FECHA: Tarea para el sábado 22 -10-2016
ACTIVIDAD: OBSERVE EL VIDEO Y REALICE LA TAREA DE LA AGENDA TELESTUDIANTIL




C.A.T. WILLIAM MOREIRA Y C.A.T SAN JUAN BAUTISTA

TUTORÍA VIRTUAL

ASIGNATURA: FORMACIÓN HUMANA

CURSO: TERCER  AÑO DE BACHILLERATO -C.A.T WML
FECHA: Tarea para el sábado 22 -10-2016


CURSO: DÉCIMO AÑO DE EGBS- C.A.T SJB
FECHA: Tarea para el domingo 23-10-2016

ACTIVIDAD: Lea  el texto luego escriba lo que màs le impacto.

Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó

La parábola del buen samaritano forma parte del patrimonio literario y ético de la humanidad. El ejemplo del samarita­no compasivo desborda su contexto re­ligioso originario para convertirse en referente ineludible de personas e insti­tuciones dedicadas a vendar las heridas de los apaleados y despojados que, en toda época histórica, han sido arrojados a las cunetas de los sistemas sociales vi­gentes.
Como todo relato metafórico, la pa­rábola desvela siempre sentidos nuevos cada vez que es escuchada. ¿Qué nove­dad aporta un texto narrado hace más de dos mil años, a las samaritanas y samaritanos del siglo XXI?, la historia de aquel hombre anónimo apaleado en un pequeño rincón de la Palestina del si­glo I ¿es significativa para los actuales MRG que actúan en un mundo sin fron­teras? La respuesta será afirmativa si conseguimos acceder a las enseñanzas que la parábola esconde en cuanto na­rración.
El relato del buen samaritano no só­lo nos dice lo que hay que hacer con res­pecto al prójimo, también nos indica có­mo hay que hacerlo. La narración nos propone un itinerario pedagógico de la acción caritativa, una “hoja de ruta” pa­ra el ejercicio de la solidaridad tremen­damente útil para los MRG ocupados en la tarea de abocetar el mapa de otro mundo posible, desde las víctimas.

Hacerse cargo, cargar, encargarse

Para entresacar las enseñanzas conteni­das en la parábola vamos a servirnos de una rejilla de lectura tomada de Ignacio Ellacuría. En diálogo con su maestro Zubiri, el mártir salvadoreño expande la “inteligencia sentiente” zubiriana hacia el campo de la acción, afirmando tres momentos en el conocimiento de la re­alidad: “se conoce la realidad cuando, además de hacerse cargo de la realidad (momento noético) y de cargar con la re­alidad (momento ético), uno se encarga de la realidad (momento práxico)”.3 Tres momentos perfectamente identifi­cables en la parábola del buen samari­tano y que ponen de relieve las notas fundamentales del servicio samaritano, a saber: inteligencia, compasión y com­promiso.
Como enseguida veremos, la pará­bola no dice sólo que hay que echar aceite y vino en las heridas de los apa­leados, enseña también que hay que sa­ber mirar la realidad para que el sufri­miento nos mueva a compasión, que hay que compartir nuestras cabalgadu­ras para no caer en asistencialismos pa­ternalistas, y que hay que crear posadas: estructuras “domésticas” solidarias con vocación de permanencia. Un itinerario que, de seguirlo, conduce hacia un nue­vo orden social, económico y político: otro mundo posible, desde las víctimas.

Hoja de ruta

Mostramos a continuación la hoja de ru­ta de nuestro itinerario. Aplicando la “rejilla de los tres momentos” al texto de la parábola, el lector o lectora reco­nocerá de forma instintiva el mapa por el que va a discurrir nuestra reflexión.
1. Hacerse cargo de la realidad
El primer paso para otro mundo posible será ver la realidad tal cual es. Un primer momento noético que, en palabras de Jon Sobrino, exige la honradez con lo real: se trata de llegar a captar la verdad y llegar a responder a la realidad, no sólo como superación de la ignorancia y de la indiferencia sino ante y contra la innata tendencia de someter la verdad y dar positivamente un rodeo ante la realidad.4

1.1. Los límites de nuestra percepción

La realidad no emulsiona directamente el negativo de nuestra mente. Platón ya lo había anticipado en su mito de la caverna, percibimos la realidad desde nuestro mundo de ideas. Desde entonces toda la filosofía de la ciencia, la psicología de la Gestalt o la sociología del conocimiento no han hecho sino confirmar el principio platónico: todo pensar supone el sujeto que piensa; la realidad natural o social se percibe desde la subjetividad de cada individuo. Más aún, la psicolingüística afirmará que los límites de nuestra percepción vienen determinados por las fronteras de nuestro lenguaje; lo que no somos capaces de nombrar, no existe: “He olvidado la palabra que quería pronunciar y mi pensamiento, incorpóreo, regresa al reino de las sombras”.5
La hoja de ruta samaritana arranca con la pregunta sobre los discursos que determinan nuestra visión del mundo. Hay relatos que funcionan como “colirios sociales” ayudándonos a visibilizar la realidad de la exclusión, otros sin embargo actúan como fogonazos que deslumbran y ocultan la evidencia del sufrimiento. ¿Qué relatos configuran la mirada del sacerdote y el samaritano?, ¿por qué sólo el último parece “ver” al hombre apaleado y medio muerto? Más aún, ¿por qué en nuestra sociedad hay personas e instituciones que dan un ro­deo ante la presencia del sufrimiento? Adentrémonos en el juego de miradas que propone el evangelista Lucas para descubrir las claves epistemológicas que nos permitan acercarnos a la reali­dad con honradez.

1.2. Viendo no ven

El evangelista Lucas no deja lugar a la duda, todos los personajes de la parábo­la “ven” al hombre herido, por lo tanto no podemos invocar la ceguera –al me­nos no la física– para justificar la dene­gación de auxilio por parte de los repre­sentantes religiosos. A pesar de la contundencia lucana, mantenemos la hi­pótesis de que el sacerdote y el levita “no vieron” al hombre apaleado. No ne­cesitamos abandonar este evangelio pa­ra encontrar razones que avalan nuestra opción, en el capítulo ocho leemos que hay personas que “viendo no ven y oyendo no entienden” (cfr. Lc 8, 10). Esto es lo que, a nuestro juicio, les ocu­rre al sacerdote y al levita: “viendo no ven”.
¿Por qué el sacerdote y el levita “viendo no ven”? Para encontrar la res­puesta se impone un análisis cuidadoso del texto. Hasta ahora nos hemos refe­rido a la persona al borde del camino como “hombre apaleado ” , “hombre su­friente”, “hombre herido” y “hombre medio muerto”. Aunque para nosotros cualquiera de estas definiciones se engloba sin dificultad en la categoría ge­neral de “ser humano que sufre”, sólo la última expresión: “hombre medio muerto” recoge la precisión e intención lucana de elevar la cosmovisión religio­sa como causa de la ceguera ante el do­lor ajeno.6
Ante la presencia de un hombre me­dio muerto la legislación judía era muy clara: “Dijo Yaveh a Moisés: “Habla a los sacerdotes hijos de Aarón, y diles: nadie de vosotros ha de hacerse impuro con el cadáver de uno de sus parientes”” (Lv 21,1). El sacerdote tenía prohibido el contacto con un cadáver; la única ex­cepción eran los parientes próximos. Además, la tradición oral ampliaba la prohibición al contacto con un muerto en la calle y otras tradiciones agregaban incluso el contacto con un no judío. Por lo tanto, el sacerdote se comporta co­rrectamente siguiendo los dictados de su religión. Preceptos religiosos que funcionan como venda ante el sufri­miento ajeno; el sacerdote no ve un ser humano necesitado de ayuda sino un motivo de impureza del que conviene huir. Aunque una exégesis rigurosa nos requeriría matizarlo, aplicaremos al le­vita las mismas razones religiosas para explicar su ceguera transitoria.7

1.3. Viendo no vemos

Nuestras cegueras no son muy diferen­tes de la del sacerdote y el levita, aun­que en el umbral del siglo XXI no será la cosmovisión religiosa la que nos hará dar un rodeo para evitar impurificarnos con el sufrimiento. Hoy día es la “reli­gión” neoliberal la que invisibiliza so­cialmente a todos aquellos y aquellas que han sido expulsados de la mesa del consumo.
“Nada es verdad ni es mentira, todo depende del color del cristal con que se mira”, la mirada no refleja la realidad, la conforma. Nuestro a priori ideológico nos permitirá ver al hombre medio muerto al borde del camino o nos escamoteará su existencia. El primer trabajo que tiene que realizar cualquier MRG que quiera transitar por la hoja de ruta samaritana es caer en la cuenta del color de los cristales con los que mira la realidad de la exclusión, ¿qué discursos configuran los universos simbólicos desde los que “lee” la realidad? Cuando dirige la vista a la calle Ballesta ve ¿”prostitutas” o “mujeres prostituidas”?; en los pasajeros de los cayucos, ¿”ilegales” o “ciudadanos”?; en los vendedores de DVD del topmanta, ¿ “atentado contra la propiedad intelectual” o “economía de supervivencia”?; en la muerte del niño palestino, ¿”crimen de guerra” o “daño colateral”?

1.4. Ven por nosotros

“No dé limosna. No contribuya al fomento de la mendicidad”. Un aviso similar a este (cito de memoria), formaba parte de una campaña con la que la Comunidad de Madrid quería poner freno a la mendicidad que se ejercía –y sigue haciéndolo– en su red de trenes de cercanías.
Siempre hay alguien dispuesto a pensar por nosotros, a imponernos sus gafas para contemplar la realidad. El “Gran Hermano” Estado nos ahorra el esfuerzo de la decisión. Cuando montemos en el tren ya no estamos obligados a discernir si dar o no dar limosna, a pensar si es un acto justo o humillante, a valorar si la persona que se acerca nos está mostrando su necesidad o su mentira, a dejarnos engañar si consideramos que nuestras monedas pueden transmutarse en cuidados paliativos en forma de cartón de vino. No hay nada que decidir, las instituciones públicas velan por nosotros: el mendigo no existe. Sólo nos queda clavar los ojos en nuestro libro y continuar el viaje, con la extraña sensación de que hay fantasmas que pasan a nuestro lado.
La ideología neoliberal que, de facto, conforma las cosmovisiones de nuestras democracias occidentales, tiende a invisibilizar a las víctimas. El capitalismo salvaje justifica la existencia de pobres en un contexto de sobreabundancia como un desajuste inevitable del sistema que se puede resolver con recursos asistenciales y políticas de control social.
Si no quieren acabar justificando el status quo del imperialismo económico, los MRG han de ser maestros de la sospecha desvelando los discursos negadores de la realidad de la exclusión. Sospecha que pasa por señalar algunas de las vendas que el orden neoliberal pone sobre los ojos de ciudadanos modelos, con conciencias enajenadas. Sin ánimo de ser exhaustivos, presentamos a continuación algunas de esas vendas y las correspondientes retóricas visibilizadoras esgrimidas por los MRG.
1. 4. 1. La venda de la complejidad
“¡Acábate el plato de comida, hay muchos niños que pasan hambre!” Seguro que más de un lector habrá escuchado esta frase en su niñez. Nuestros padres establecían una relación de causa-efecto entre el plato de comida que nos negábamos a terminar y el hambre de otros niños. Una vinculación “mágica” que la autoridad moral de nuestros progenitores revestía de una evidencia incuestionable: “el hambre de muchos está íntimamente relacionado con el despilfarro de unos pocos”. Evidencia mágica que hoy también muchos de nosotros seguimos trasmitiendo a nuestros hijos e hijas.
Aún hoy, lejos ya de aquellos años de infancia, no me resisto a intuir el mismo nexo ¿fantástico? entre la fila de compradores que se pasan toda la noche a la puerta de unos grandes almacenes para ser los primeros en adquirir el último gadget informático, y la hilera de cuerpos famélicos que mendigan un puñado de arroz delante de un camión de la FAO.
La misma conexión ¿infantil? que los primeros Padres de la Iglesia establecían entre la pobreza de muchos y la riqueza de unos cuantos:
“Avaro es el que no se contenta con lo necesario, y ladrón el que quita lo suyo a otros. Y tú, ¿no eres avaro ni ladrón, si estás apropiándote de lo que se te dio sólo para que lo administrases? Si llamamos ladrón a aquel que desnuda a un vestido, vamos a llamar de otra manera al que no viste a un desnudo, pudiéndolo hacer? El pan que tú retienes es el del hambriento. Los vestidos que guardas en tus arcas son del desnudo. El calzado que se pudre en tu casa es del que va descalzo. Y en resumen: estás ofendiendo a todos cuantos puedes socorrer”. San Basilio, “Homilía sobre la parábola del rico insensato (Lc 12)”.8
Los tecnócratas neoliberales esbozarán una sonrisa condescendiente ante la fragilidad y simpleza de los argumentos que acabamos de esgrimir. La realidad económica es mucho más compleja que la evidencia infantil del plato de sopa o el “marxismo” rancio de San Basilio. La economía de mercado basa su dinamismo en la ley de la oferta y la demanda. Los bienes producidos por unos responden a las necesidades de otros y permiten el movimiento de capitales, esencial para el funcionamiento del sistema. En un escenario de reparto igualitario de bienes, los vasos comunicantes de la oferta y la demanda dejarían de funcionar y el sistema económico se colapsa-ría. La desigualdad es una pieza clave en la maquinaria capitalista.
Por si estos argumentos fueran insuficientes, los gurús neoliberales apelarán también a la complejidad de la globalización económica. Basta con ir al supermercado de la esquina para comprobar el aumento espectacular del precio en productos básicos como la leche, los huevos, el pan y el arroz. Una subida que encuentra sus causas a miles de kilómetros: por un lado, el consumo exponencial de países emergentes como China e India que suponen el 40% de la población mundial; por otro, las malas cosechas de cereales en Australia como consecuencia del cambio climático; y por si esto no fuera suficiente, la creciente demanda de biocombusible por parte de los países desarrollados que lleva a quemar día a día más maíz, trigo y aceites vegetales, incrementando así su precio en el mercado alimentario.9
La razón económica global es “complejísima”. Tanto, que ningún neófito se atreverá a cuestionar los oráculos de los nuevos chamanes bursátiles cuando recomiendan destruir los excedentes alimentarios en lugar de redistribuirlos. Si no sacamos del mercado la comida que sobra, los precios de esos productos bajarán, las empresas productoras reducirán beneficios y, como consecuencia, se verán obligadas a despedir trabajadores.
Frente a los dogmas de la nueva religión económica y sus predicadores, los MRG deben reivindicar “la retórica de lo evidente”, la contundencia de lo real. No sabemos si el reparto de excedentes colapsa los mercados, lo que sí es evidente es que:
“Mil millones de personas mueren de hambre o de sus consecuencias inmediatas. Un niño de menos de diez años muere cada siete segundos y cada cuatro minutos otro se queda ciego por falta de vitamina A. El orden mundial no es sólo asesino, sino absurdo; pues mata sin necesidad. Hoy ya no existen las fatalidades. Un niño que muere de hambre hoy, muere asesinado.” (Jean Ziegler)10
“Un niño que muere de hambre hoy, muere asesinado”, esta es la retórica de lo evidente frente a la demagogia de la complejidad. Los MRG no deben caer en la trampa de absolutizar el discurso administrativo. Los problemas contables no deberían ser el preámbulo de ninguna acción transformadora sino la consecuencia de la misma.
Tampoco sabemos si detrás de la preocupante bajada del índice Nikkei en Japón y el consiguiente desplome del Ibex 35 en Europa, se esconderá una estrategia de outsourcingpor parte de algunas multinacionales tecnológicas, dispuestas a aplicar un dumping global que, a la larga desestabilice el Euro-Interbank-Offered-Rate y empuje a las economías más débiles hacia un escenario de deflación.11 Ante discursos tan complejos como vacíos, la retórica de lo evidente:
“El drama de la humanidad es que Occidente está más preocupada por los 300 millones de personas obesas que por los 842 millones que, según Naciones Unidas, literalmente mueren de hambre.” (Jaques Dioux)12
El discurso de “lo evidente” encuentra en la indignación su expresión más adecuada. Ante el sufrimiento de las víctimas no cabe la asepsia del lenguaje políticamente correcto, hay que gritar contra la perversión de un sistema asesino. Los MRG han de servir de amplificador para la queja de los últimos. Queja, que no lamento. El lamento habla de desdicha y resignación, la queja de querella por el agravio del dolor injustamente padecido.

CENTRO DE APOYO TUTORIAL SAN JUAN BAUTISTA


TUTORIA VIRTUAL
ASIGNATURA. FORMACIÓN HUMANA
CONCURSO DE TEATRO 
DOMINGO 16 DE OCTUBRE DEL 2016