jueves, 20 de octubre de 2016

C.A.T. WILLIAM MOREIRA Y C.A.T SAN JUAN BAUTISTA

TUTORÍA VIRTUAL

ASIGNATURA: FORMACIÓN HUMANA

CURSO: TERCER  AÑO DE BACHILLERATO -C.A.T WML
FECHA: Tarea para el sábado 22 -10-2016


CURSO: DÉCIMO AÑO DE EGBS- C.A.T SJB
FECHA: Tarea para el domingo 23-10-2016

ACTIVIDAD: Lea  el texto luego escriba lo que màs le impacto.

Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó

La parábola del buen samaritano forma parte del patrimonio literario y ético de la humanidad. El ejemplo del samarita­no compasivo desborda su contexto re­ligioso originario para convertirse en referente ineludible de personas e insti­tuciones dedicadas a vendar las heridas de los apaleados y despojados que, en toda época histórica, han sido arrojados a las cunetas de los sistemas sociales vi­gentes.
Como todo relato metafórico, la pa­rábola desvela siempre sentidos nuevos cada vez que es escuchada. ¿Qué nove­dad aporta un texto narrado hace más de dos mil años, a las samaritanas y samaritanos del siglo XXI?, la historia de aquel hombre anónimo apaleado en un pequeño rincón de la Palestina del si­glo I ¿es significativa para los actuales MRG que actúan en un mundo sin fron­teras? La respuesta será afirmativa si conseguimos acceder a las enseñanzas que la parábola esconde en cuanto na­rración.
El relato del buen samaritano no só­lo nos dice lo que hay que hacer con res­pecto al prójimo, también nos indica có­mo hay que hacerlo. La narración nos propone un itinerario pedagógico de la acción caritativa, una “hoja de ruta” pa­ra el ejercicio de la solidaridad tremen­damente útil para los MRG ocupados en la tarea de abocetar el mapa de otro mundo posible, desde las víctimas.

Hacerse cargo, cargar, encargarse

Para entresacar las enseñanzas conteni­das en la parábola vamos a servirnos de una rejilla de lectura tomada de Ignacio Ellacuría. En diálogo con su maestro Zubiri, el mártir salvadoreño expande la “inteligencia sentiente” zubiriana hacia el campo de la acción, afirmando tres momentos en el conocimiento de la re­alidad: “se conoce la realidad cuando, además de hacerse cargo de la realidad (momento noético) y de cargar con la re­alidad (momento ético), uno se encarga de la realidad (momento práxico)”.3 Tres momentos perfectamente identifi­cables en la parábola del buen samari­tano y que ponen de relieve las notas fundamentales del servicio samaritano, a saber: inteligencia, compasión y com­promiso.
Como enseguida veremos, la pará­bola no dice sólo que hay que echar aceite y vino en las heridas de los apa­leados, enseña también que hay que sa­ber mirar la realidad para que el sufri­miento nos mueva a compasión, que hay que compartir nuestras cabalgadu­ras para no caer en asistencialismos pa­ternalistas, y que hay que crear posadas: estructuras “domésticas” solidarias con vocación de permanencia. Un itinerario que, de seguirlo, conduce hacia un nue­vo orden social, económico y político: otro mundo posible, desde las víctimas.

Hoja de ruta

Mostramos a continuación la hoja de ru­ta de nuestro itinerario. Aplicando la “rejilla de los tres momentos” al texto de la parábola, el lector o lectora reco­nocerá de forma instintiva el mapa por el que va a discurrir nuestra reflexión.
1. Hacerse cargo de la realidad
El primer paso para otro mundo posible será ver la realidad tal cual es. Un primer momento noético que, en palabras de Jon Sobrino, exige la honradez con lo real: se trata de llegar a captar la verdad y llegar a responder a la realidad, no sólo como superación de la ignorancia y de la indiferencia sino ante y contra la innata tendencia de someter la verdad y dar positivamente un rodeo ante la realidad.4

1.1. Los límites de nuestra percepción

La realidad no emulsiona directamente el negativo de nuestra mente. Platón ya lo había anticipado en su mito de la caverna, percibimos la realidad desde nuestro mundo de ideas. Desde entonces toda la filosofía de la ciencia, la psicología de la Gestalt o la sociología del conocimiento no han hecho sino confirmar el principio platónico: todo pensar supone el sujeto que piensa; la realidad natural o social se percibe desde la subjetividad de cada individuo. Más aún, la psicolingüística afirmará que los límites de nuestra percepción vienen determinados por las fronteras de nuestro lenguaje; lo que no somos capaces de nombrar, no existe: “He olvidado la palabra que quería pronunciar y mi pensamiento, incorpóreo, regresa al reino de las sombras”.5
La hoja de ruta samaritana arranca con la pregunta sobre los discursos que determinan nuestra visión del mundo. Hay relatos que funcionan como “colirios sociales” ayudándonos a visibilizar la realidad de la exclusión, otros sin embargo actúan como fogonazos que deslumbran y ocultan la evidencia del sufrimiento. ¿Qué relatos configuran la mirada del sacerdote y el samaritano?, ¿por qué sólo el último parece “ver” al hombre apaleado y medio muerto? Más aún, ¿por qué en nuestra sociedad hay personas e instituciones que dan un ro­deo ante la presencia del sufrimiento? Adentrémonos en el juego de miradas que propone el evangelista Lucas para descubrir las claves epistemológicas que nos permitan acercarnos a la reali­dad con honradez.

1.2. Viendo no ven

El evangelista Lucas no deja lugar a la duda, todos los personajes de la parábo­la “ven” al hombre herido, por lo tanto no podemos invocar la ceguera –al me­nos no la física– para justificar la dene­gación de auxilio por parte de los repre­sentantes religiosos. A pesar de la contundencia lucana, mantenemos la hi­pótesis de que el sacerdote y el levita “no vieron” al hombre apaleado. No ne­cesitamos abandonar este evangelio pa­ra encontrar razones que avalan nuestra opción, en el capítulo ocho leemos que hay personas que “viendo no ven y oyendo no entienden” (cfr. Lc 8, 10). Esto es lo que, a nuestro juicio, les ocu­rre al sacerdote y al levita: “viendo no ven”.
¿Por qué el sacerdote y el levita “viendo no ven”? Para encontrar la res­puesta se impone un análisis cuidadoso del texto. Hasta ahora nos hemos refe­rido a la persona al borde del camino como “hombre apaleado ” , “hombre su­friente”, “hombre herido” y “hombre medio muerto”. Aunque para nosotros cualquiera de estas definiciones se engloba sin dificultad en la categoría ge­neral de “ser humano que sufre”, sólo la última expresión: “hombre medio muerto” recoge la precisión e intención lucana de elevar la cosmovisión religio­sa como causa de la ceguera ante el do­lor ajeno.6
Ante la presencia de un hombre me­dio muerto la legislación judía era muy clara: “Dijo Yaveh a Moisés: “Habla a los sacerdotes hijos de Aarón, y diles: nadie de vosotros ha de hacerse impuro con el cadáver de uno de sus parientes”” (Lv 21,1). El sacerdote tenía prohibido el contacto con un cadáver; la única ex­cepción eran los parientes próximos. Además, la tradición oral ampliaba la prohibición al contacto con un muerto en la calle y otras tradiciones agregaban incluso el contacto con un no judío. Por lo tanto, el sacerdote se comporta co­rrectamente siguiendo los dictados de su religión. Preceptos religiosos que funcionan como venda ante el sufri­miento ajeno; el sacerdote no ve un ser humano necesitado de ayuda sino un motivo de impureza del que conviene huir. Aunque una exégesis rigurosa nos requeriría matizarlo, aplicaremos al le­vita las mismas razones religiosas para explicar su ceguera transitoria.7

1.3. Viendo no vemos

Nuestras cegueras no son muy diferen­tes de la del sacerdote y el levita, aun­que en el umbral del siglo XXI no será la cosmovisión religiosa la que nos hará dar un rodeo para evitar impurificarnos con el sufrimiento. Hoy día es la “reli­gión” neoliberal la que invisibiliza so­cialmente a todos aquellos y aquellas que han sido expulsados de la mesa del consumo.
“Nada es verdad ni es mentira, todo depende del color del cristal con que se mira”, la mirada no refleja la realidad, la conforma. Nuestro a priori ideológico nos permitirá ver al hombre medio muerto al borde del camino o nos escamoteará su existencia. El primer trabajo que tiene que realizar cualquier MRG que quiera transitar por la hoja de ruta samaritana es caer en la cuenta del color de los cristales con los que mira la realidad de la exclusión, ¿qué discursos configuran los universos simbólicos desde los que “lee” la realidad? Cuando dirige la vista a la calle Ballesta ve ¿”prostitutas” o “mujeres prostituidas”?; en los pasajeros de los cayucos, ¿”ilegales” o “ciudadanos”?; en los vendedores de DVD del topmanta, ¿ “atentado contra la propiedad intelectual” o “economía de supervivencia”?; en la muerte del niño palestino, ¿”crimen de guerra” o “daño colateral”?

1.4. Ven por nosotros

“No dé limosna. No contribuya al fomento de la mendicidad”. Un aviso similar a este (cito de memoria), formaba parte de una campaña con la que la Comunidad de Madrid quería poner freno a la mendicidad que se ejercía –y sigue haciéndolo– en su red de trenes de cercanías.
Siempre hay alguien dispuesto a pensar por nosotros, a imponernos sus gafas para contemplar la realidad. El “Gran Hermano” Estado nos ahorra el esfuerzo de la decisión. Cuando montemos en el tren ya no estamos obligados a discernir si dar o no dar limosna, a pensar si es un acto justo o humillante, a valorar si la persona que se acerca nos está mostrando su necesidad o su mentira, a dejarnos engañar si consideramos que nuestras monedas pueden transmutarse en cuidados paliativos en forma de cartón de vino. No hay nada que decidir, las instituciones públicas velan por nosotros: el mendigo no existe. Sólo nos queda clavar los ojos en nuestro libro y continuar el viaje, con la extraña sensación de que hay fantasmas que pasan a nuestro lado.
La ideología neoliberal que, de facto, conforma las cosmovisiones de nuestras democracias occidentales, tiende a invisibilizar a las víctimas. El capitalismo salvaje justifica la existencia de pobres en un contexto de sobreabundancia como un desajuste inevitable del sistema que se puede resolver con recursos asistenciales y políticas de control social.
Si no quieren acabar justificando el status quo del imperialismo económico, los MRG han de ser maestros de la sospecha desvelando los discursos negadores de la realidad de la exclusión. Sospecha que pasa por señalar algunas de las vendas que el orden neoliberal pone sobre los ojos de ciudadanos modelos, con conciencias enajenadas. Sin ánimo de ser exhaustivos, presentamos a continuación algunas de esas vendas y las correspondientes retóricas visibilizadoras esgrimidas por los MRG.
1. 4. 1. La venda de la complejidad
“¡Acábate el plato de comida, hay muchos niños que pasan hambre!” Seguro que más de un lector habrá escuchado esta frase en su niñez. Nuestros padres establecían una relación de causa-efecto entre el plato de comida que nos negábamos a terminar y el hambre de otros niños. Una vinculación “mágica” que la autoridad moral de nuestros progenitores revestía de una evidencia incuestionable: “el hambre de muchos está íntimamente relacionado con el despilfarro de unos pocos”. Evidencia mágica que hoy también muchos de nosotros seguimos trasmitiendo a nuestros hijos e hijas.
Aún hoy, lejos ya de aquellos años de infancia, no me resisto a intuir el mismo nexo ¿fantástico? entre la fila de compradores que se pasan toda la noche a la puerta de unos grandes almacenes para ser los primeros en adquirir el último gadget informático, y la hilera de cuerpos famélicos que mendigan un puñado de arroz delante de un camión de la FAO.
La misma conexión ¿infantil? que los primeros Padres de la Iglesia establecían entre la pobreza de muchos y la riqueza de unos cuantos:
“Avaro es el que no se contenta con lo necesario, y ladrón el que quita lo suyo a otros. Y tú, ¿no eres avaro ni ladrón, si estás apropiándote de lo que se te dio sólo para que lo administrases? Si llamamos ladrón a aquel que desnuda a un vestido, vamos a llamar de otra manera al que no viste a un desnudo, pudiéndolo hacer? El pan que tú retienes es el del hambriento. Los vestidos que guardas en tus arcas son del desnudo. El calzado que se pudre en tu casa es del que va descalzo. Y en resumen: estás ofendiendo a todos cuantos puedes socorrer”. San Basilio, “Homilía sobre la parábola del rico insensato (Lc 12)”.8
Los tecnócratas neoliberales esbozarán una sonrisa condescendiente ante la fragilidad y simpleza de los argumentos que acabamos de esgrimir. La realidad económica es mucho más compleja que la evidencia infantil del plato de sopa o el “marxismo” rancio de San Basilio. La economía de mercado basa su dinamismo en la ley de la oferta y la demanda. Los bienes producidos por unos responden a las necesidades de otros y permiten el movimiento de capitales, esencial para el funcionamiento del sistema. En un escenario de reparto igualitario de bienes, los vasos comunicantes de la oferta y la demanda dejarían de funcionar y el sistema económico se colapsa-ría. La desigualdad es una pieza clave en la maquinaria capitalista.
Por si estos argumentos fueran insuficientes, los gurús neoliberales apelarán también a la complejidad de la globalización económica. Basta con ir al supermercado de la esquina para comprobar el aumento espectacular del precio en productos básicos como la leche, los huevos, el pan y el arroz. Una subida que encuentra sus causas a miles de kilómetros: por un lado, el consumo exponencial de países emergentes como China e India que suponen el 40% de la población mundial; por otro, las malas cosechas de cereales en Australia como consecuencia del cambio climático; y por si esto no fuera suficiente, la creciente demanda de biocombusible por parte de los países desarrollados que lleva a quemar día a día más maíz, trigo y aceites vegetales, incrementando así su precio en el mercado alimentario.9
La razón económica global es “complejísima”. Tanto, que ningún neófito se atreverá a cuestionar los oráculos de los nuevos chamanes bursátiles cuando recomiendan destruir los excedentes alimentarios en lugar de redistribuirlos. Si no sacamos del mercado la comida que sobra, los precios de esos productos bajarán, las empresas productoras reducirán beneficios y, como consecuencia, se verán obligadas a despedir trabajadores.
Frente a los dogmas de la nueva religión económica y sus predicadores, los MRG deben reivindicar “la retórica de lo evidente”, la contundencia de lo real. No sabemos si el reparto de excedentes colapsa los mercados, lo que sí es evidente es que:
“Mil millones de personas mueren de hambre o de sus consecuencias inmediatas. Un niño de menos de diez años muere cada siete segundos y cada cuatro minutos otro se queda ciego por falta de vitamina A. El orden mundial no es sólo asesino, sino absurdo; pues mata sin necesidad. Hoy ya no existen las fatalidades. Un niño que muere de hambre hoy, muere asesinado.” (Jean Ziegler)10
“Un niño que muere de hambre hoy, muere asesinado”, esta es la retórica de lo evidente frente a la demagogia de la complejidad. Los MRG no deben caer en la trampa de absolutizar el discurso administrativo. Los problemas contables no deberían ser el preámbulo de ninguna acción transformadora sino la consecuencia de la misma.
Tampoco sabemos si detrás de la preocupante bajada del índice Nikkei en Japón y el consiguiente desplome del Ibex 35 en Europa, se esconderá una estrategia de outsourcingpor parte de algunas multinacionales tecnológicas, dispuestas a aplicar un dumping global que, a la larga desestabilice el Euro-Interbank-Offered-Rate y empuje a las economías más débiles hacia un escenario de deflación.11 Ante discursos tan complejos como vacíos, la retórica de lo evidente:
“El drama de la humanidad es que Occidente está más preocupada por los 300 millones de personas obesas que por los 842 millones que, según Naciones Unidas, literalmente mueren de hambre.” (Jaques Dioux)12
El discurso de “lo evidente” encuentra en la indignación su expresión más adecuada. Ante el sufrimiento de las víctimas no cabe la asepsia del lenguaje políticamente correcto, hay que gritar contra la perversión de un sistema asesino. Los MRG han de servir de amplificador para la queja de los últimos. Queja, que no lamento. El lamento habla de desdicha y resignación, la queja de querella por el agravio del dolor injustamente padecido.

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