Leonidas Proaño: una obra
emancipadora desde el territorio
Por el año 1954, Monseñor Leonidas Proaño, como obispo de la ciudad de
Riobamba, se desvinculó de las tradicionales formas de ejercer el sacerdocio y
fiel al método VER, JUZGAR y ACTUAR, se adentró en los páramos y cerros de la
amplia geografía de la provincia de Chimborazo, para interiorizar en su accionar
una visión desde el territorio.
En sus múltiples y largas visitas fue testigo de la dolorosa realidad
con la que los terratenientes trataban a los indígenas. También palpó el
despojo en el dominio de la tierra que operaba desde la colonia. Se
alineó con los indígenas reconocidos por él como los más pobres e inició junto
con ellos la obra más grande de liberación que se haya visto y operado en el
Ecuador republicano.
Superó innumerables conflictos, incomprensiones, persecuciones y
acusaciones. Era catalogado como el obispo rojo, comunista, subversivo,
terrorista por el hecho de reclamar justicia, tierra y territorios para los
pueblos indígenas. Sabemos que su vida estuvo marcada por una posición radical
a favor de los derechos de los pueblos indígenas y de los derechos de todos los
sectores excluidos de la sociedad y del Estado.
Su accionar se orientó hacia:
·
La devolución de tierras de la Iglesia de Riobamba a las comunidades
indígenas en los años 58 – 60, aún antes de la realización de la Reforma
Agraria. Ello desataría lo que su fiel Vicario P. Agustín Bravo denominó “La
Revolución del Poncho”.
·
El comienzo de procesos intensivos de concientización para hacer conocer
los derechos humanos y los derechos de los pueblos indígenas.
·
La creación de escuelas radiofónicas populares para
alfabetizar a los indígenas en su propia lengua y permitir que salgan del
silencio de siglos; y conformación del Centro de Estudios y Acción Social para
favorecer programas permanentes de capacitación.
Este último punto constituye uno de los
acontecimientos más significativos de la obra de Monseñor Proaño: la falta de
educación y la situación de marginalidad en que se encontraban las comunidades
indígenas motivaron la creación de las Escuelas Radiofónicas del Ecuador
(ERPE), cuyo objetivo principal fue iniciar campañas de alfabetización.
En 1962, mientras Proaño cumplía funciones como
Obispo en Chimborazo y Bolívar decidió arrancar con este proyecto, pasando por
un proceso que incluyó gestiones administrativas que tomaron alrededor ocho
años, antes de que la propuesta fuera puesta en marcha: “tuve la
iniciativa de crear las Escuelas Radiofónicas como respuesta a una necesidad
apremiante de los campesinos de Chimborazo”, decía Monseñor Proaño.
Tras este proyecto se evidenciaba la convicción de
Proaño alrededor de una educación – formación al servicio del pueblo. Ningún
pueblo latinoamericano consiguió hacer transformaciones serias en su sociedad
solamente a partir de un programa político – teórico.
Donde hubo transformaciones históricas
significativas, fue decisiva la labor pedagógica, clarificadora y articuladora
de pastores, educadores, periodistas y líderes que contribuyeron a que
diferentes sectores se unieran en articulaciones amplias y que las mayorías se
aglutinaran en torno a una propuesta transformadora con rostro humano y sentido
ético.
El plan piloto de la escuela radiofónica
arrancó con la preparación de un miembro de cada comunidad para que se formara
como animador y funcionara como un nexo entre un radiodifusor o tutor y los
alumnos y oyentes. El programa se transmitía todos los días en quichua y en
español. La finalidad era crear un espacio educativo para que los indígenas que
durante el día trabajaban, por las noches recibieran las clases radiofónicas.
A pesar de los inconvenientes de acceso a la radio
en el sector rural en aquella época, con el tiempo se evidenció un éxito total
en la campaña de alfabetización. Prueba de ello es la ampliación de la
cobertura del programa a las provincias de Loja, Cotopaxi,
Tungurahua, Cañar y las del oriente ecuatoriano.
Gran parte de indígenas se benefició con esta
campaña. Lograron culminar la instrucción primaria y se hicieron acreedores a
un certificado validado por la Dirección Nacional de Educación. A partir
de ese momento nació una nueva esperanza para las comunidades indígenas que
creyeron en este método de aprendizaje.
Posteriormente, los beneficiarios solicitaron que
se ampliara la educación para el nivel secundario y que se generaran nuevos
canales de transmisión de conocimientos. Así, poco tiempo después se
inauguró el sistema de tele-educación, que duró hasta 1985, con la misma
metodología que el anterior y dirigido únicamente a personas adultas.
Se implementaron cursos de capacitación a reporteros
populares vinculados a la difusión de programas socioculturales. La ideología
del creador de ERPE fue contribuir a la construcción de una ciudadanía
democrática, formar nuevos elementos al servicio de la sociedad y de sus
comunidades, así como fomentar la comunicación tendiente a generar estrategias
propias de producción y desarrollo.
En la actualidad, con el apoyo de una fundación
canadiense, ERPE promueve campañas atinentes al ámbito productivo y
agrícola al interior de las comunidades que se dedican a este tipo de
actividades. La sede de Las Escuelas Radiofónicas Populares se encuentra en la
ciudad de Riobamba, y tiene cobertura en la provincia de Chimborazo
y parte de las provincias de Tungurahua y Bolívar.
Gestión y obra de Monseñor Proaño al interior de las comunidades
·
Trabajó por la recuperación de la cultura kichwa, de las comunidades
indígenas, de sus tierras, de sus territorios, de sus valores, principios y
tradiciones; de sus formas organizativas y de autogobierno, de su medicina y
forma de llevar adelante los procesos de educación.
·
Fortalecimiento organizativo de las comunidades indígenas y formación de
dirigentes.
·
Promovió la creación del Frente de Solidaridad de Chimborazo, entidad
desde la cual desarrolló un amplísimo trabajo solidario, no sólo a nivel
nacional, sino también latinoamericano. Se destaca aquí la labor
solidaria para con los pueblos de Argentina, Chile, Brasil, Paraguay y Uruguay
devastados por las cruentas dictaduras militares; de igual manera con Cuba y
con los pueblos de El Salvador, Guatemala y Nicaragua que vivieron entonces
procesos de resistencia heroica.
·
Fue educador y pedagogo. Con su modelo de educación liberadora logró que
los indígenas se organizaran y defendieran sus derechos y sus procesos
organizativos. Con orgullo y satisfacción sostenía: “los indígenas me han
enseñado y todo lo que sé lo he aprendido en la cantera del pueblo, mi universidad
ha sido el pueblo”.
·
Participación y apoyo a los procesos organizativos propios de los
pueblos indios: promovió la creación del ECUARUNARI, del Movimiento Indígena
del Chimborazo (MICH), y de la CONAIE. Sostenía que sin organización no hay
liberación.
“Su multifacética vida y obra lo consagran como pastor, maestro, sabio,
defensor de la lucha y la organización del territorio, promovió el desarrollo
de una economía propia desde la visión de las comunidades; defensor de los
derechos de los pueblos indios, evangelizador, educador, pedagogo, impulsor de
los procesos de concientización; periodista, escritor, artista,
organizador, ecologista, defensor de la naturaleza, del páramo y la selva;
internacionalista, amante de la vida y de los pobres, de los obreros, de la
población vulnerable y olvidada.
Sembró una semilla que dio frutos y que hoy por hoy sigue beneficiando a
cientos de familias comunitarias a nivel urbano y rural. Su lucha se vincula
con la nuestra por un mismo fin: el Sumak Kawsay”. Tomado del texto de Nidia
Arrobo Rodas, directora ejecutiva de la Fundación Pueblo Indio.